Sus padres Ultra religiosos habían pensado todo por sus hijos, como si ellos no tuvieran voluntad propia, o fueran simplemente propiedad personal de cada padre; lo cierto era que lo que disponía Garay se cumplía, o directamente te echaba de la chacra y dejabas de pertenecer a la familia.
Imagínate si esto era vergonzoso para los hijos lo que podría significar para una hija ser echada por sus padres de su casa.... Qué podrían llegar a pensar los vecinos, qué la expulsaron por una inmoralidad, qué era tan mala persona que ni los padres la soportaban.
Esa era la fuerte presión que ejercían sobre sus hijos que terminaban siempre haciendo la voluntad de quién mandaba.
A todos los varones los envió a un lejano Monasterio dónde terminarían siendo sacerdotes, y si en caso su mente no les daba para tanto debían ser los sirvientes y trabajar alli para servir al resto; lo que no podían era volver al campo de sus padres diciéndoles que ese oficio de sacerdotes no le gustaba o habían fracasado en el intento de logrando.
Griselda fue la única que quedó en la chacra y se terminó convirtiendo en una sirvienta, muchas veces humillada ante cualquier vecino por el machismo de su padre que le exigía más de lo que una mujer puede dar; lamentablemente su madre era otra sometida que jamás se opondría a cualquier orden o reto de su compañero.
Cuándo cumplió los 15 años la pareja ya algo mayor le preparo las valijas, ella debía marchar a otro monasterio esta vez de monjas para convertirse en una de ellas.
Si bien Griselda amaba a Dios y oraba cada día no sentía ni la vocación ni estaba convencida de hacer lo que sus padres querían, estaba sumamente harta de la hipocresía, de pretender ser ante lo demás lo que no eran como personas en su propia casa, donde jamás reino el verdadero amor cristiano.
Para ella tomar la valija y subir al tren que la conducía al destino que pretendían sus padres era el camino de la liberación, acomodo su ropita, recibió agradecida unos pocos pesos que su madre le pasó ocultamente para que se comprara algo cuando llegara al pueblito de la estación, y se despidieron.
Ella tomó el tren pero al llegar a la estación donde se tenía que bajar y dónde la esperaban las monjas para llevarlas al convento como sirvienta; decidió con su plata guardada pagar un nuevo pasaje y seguir viaje.
No sabía dónde iría a parar ni cuál sería su destino pero lo que sí sabía es que era su primer paso hacia su propia libertad.
Autor Néstor O Salgado
La Historia, que es la de muchos, atraviesa los tiempos. Y se repite, porque está en la escencia de los humanos. Con mayor o menor machismo es difícil comprender, menos aceptar. Gracias a la pluma de Omar, se revive la Historia.
ResponderEliminarMuchas gracias Gustavo, por enriquecer mi narrativa con su comentario; es así lamentablemente hoy dia; aunque con personajes reales (algo diferentes a los mios) se repiten historias de padres que quieren que sus hijos sean lo que ellos nunca fueron; o que limitan el potencial de los hijos negandoles oportunidades y sobre todo apoyo emocional
EliminarAunque el título "Perdón papi no pude cumplir la promesa" denota un grado de culpabilidad, de una deuda con el respeto (por mandato). En la continuidad sabremos si el padre acepta o no y perdona. Si el hombre sabe que "perdonar es divino" o si mantiene su postura de hombre ¿rudo? Para no perder la "Autoridad" capitalizada al momento de ser padre. ¡Ohhh cuántas palabras entre comillas!
EliminarMaria Cristina Cordoba de Taddeo
ResponderEliminarcomenntaba:
Una historia que puede ser real ,porque hay familias no ficticias ,sino reales que actúan pensando en el que dirá la gente ,y sacrifican la vida de sus hijos y la propia ..y siempre hay alguno de ellos que se revelan y cambian todo!